Antes de ser un pueblo fantasma, este enclave era una importante y próspera ciudad minera, acostumbrada al constante ir y venir de un tren que se alimentaba de carbón, y llevaba mineral recién extraído hasta Puerto Llano, desde donde era distribuido hacia otras latitudes. Un profundo túnel de más de un kilómetro de longitud abría paso a través de la montaña para transportar toneladas de preciados materiales. Eran miles de personas las que vivían en torno a la actividad de las minas y a pesar de encontrarse aisladas en medio de la Sierra Madrona contaban con todos los servicios necesarios.
Pero todo terminó para Minas del Horcajo en 1911, cuando La Sociedad Metalúrgica Peñarroya cesó la explotación de la mina por falta de rentabilidad. De aquel bullicioso pueblo de casi 5 mil habitantes, hoy, solo quedan ruinas y nueve personas que quisieron quedarse.
El Mundo Rural necesita medidas que le hagan vivir y rejuvenecer…
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