Se considera probable su fundación con la repoblación de los siglos XII y XIII producida tras la Reconquista del territorio.
Sobre la paramera molinesa, incluido en el antiguo Señorío que fundara, allá por el siglo XII, don Manrique de Lara, y dentro de la sesma del Pedregal, asienta el caserío de Hombrados, antiguo como todos sus vecinos, pues debe datar su existencia de cuando se realizó la repoblación del territorio, a costa de castellanos viejos y de vascos, en los siglos XII y XIII.
La etimología del nombre de Hombrados es poco clara; quizás pueda aludir a su situación baja respecto a las serrezuelas que le rodean, en lugar hondo, umbrío. Pero esto no casa, al menos hoy, con su geografía, que es de apariencia desnuda, abierta al sol, a los vientos, y que deja ver el caserío desde largas distancias. Para el viajero que por primera vez llega a Hombrados es un gozo contemplar sus calles bien distribuidas, su plaza mayor magnífica y aseada; sus casonas venerables, con recio sillar construidas; su iglesia parroquial en lo alto del caserío, y algunos escudos distribuidos por muros y sobrepuertas. Un monumento bellísimo, destacable en todos los contornos, es la ermita de la Soledad, situada a la salida de la villa, hacia el norte: se trata de una magnífica construcción de estilo barroco, en cuya portada se ve un escudo que lleva tallada una cruz con los anagramas IHS‑MAR a sus lados, y la fecha de 1698, en que, indudablemente, fue construida. De una sola nave, remata en un amplio crucero, que al exterior revela su planta cuadrada, y, en lo alto de sus esquinas, sendas carátulas como de indios o extraños guerreros, añadiendo la fecha de 1798 en que en estos detalles fueron terminados. Viene a abarcar estas dos fechas el siglo XVIII completo, que se reveló, por construcción de monumentos y por personajes famosos aquí nacidos, como el más próspero y fructífero para Hombrados.
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